domingo, 13 de abril de 2014

2:07 AM

Bueno, qué se yo. 

Dos de la mañana del lunes. En ¿cinco? horas suena el reloj y me voy a volver a despertar preguntándome por qué mierda duermo tan poco. En realidad duermo poco porque si no me atacan los recuerdos del choque (o los ¿qué hubiera sido si? que son peor) me atacan preguntas existenciales, o dudas, o lo que sea. Siempre pienso demasiado.

Tengo casi veintitrés años. Soy un eterno "tenés potencial". Un eterno acumulador de proyectos a terminar, como el secundario, mi curso de gastronomía, mis miles idas y vueltas al gimnasio porque "esta vez va enserio, lo hago por mi y no por nadie más", en fin. Ya llegué al punto de no creerme ni yo lo que emprendo. Mis ochenta mil proyectos de banda, mi ¿faceta? periodística al colaborar con una revista que no puedo creer que me estén dando bola con lo pedorra que es mi forma de escribir. Tendría que quererme más y pensar menos, o al menos eso me dicen algunos amigos o chicas con las que tuve algo alguna vez.

Ya no sé si me afectan o dejé que me afectaran los comentarios de la oficina. Ya son tantos los "tenés que estudiar una carrera" o los "es un desperdicio que no estudies siendo tan inteligente" que se metieron bajo mi guardia que no sé qué pensar ni cómo reaccionar ante tanta embestida a mi inmadurez. 

Debe ser que me aterra el futuro, me aterra que esta misma pregunta me la esté haciendo con treinta años o más. 

¿Seré siempre tan conflictuado? ¿Dejaré de sobrepensar o aprenderé a vivir con eso?

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